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El intestino irritable

Раздраженный кишечникPara arreglar la diarrea relacionada con la alimentación, primero la persona tiene que detener su diarrea mental, llevando a su cerebro a un estado tal que le permita dejar de reaccionar a esa indigestión. Es un tema serio y la genética presta peculiar atención digamos, a aquello de detener los procesos de absorción de grasas.

Desgraciadamente, ya paso el tiempo cuando la ciencia estaba al servicio del ser humano. Y, de hecho, el hombre ya no la necesita. Lo que él necesita son cosas mucho más simples como suprimir el desarrollo de la obesidad o la resistencia a la insulina, o suspender la necesidad de tener que tomar medicamentos para la diarrea o el estreñimiento, inflamación, etc. Cuando una persona vive con un intestino irritable, colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn, ¿en qué se convierte?, ¿Cómo llamarlo ser humano, cuando se encuentra en este estado? Su cerebro irritado depende ya de su intestino irritable.

Surge la pregunta, ¿quién es esta persona irritada? Es el siguiente consumidor de todas las basuras medicinales que se venden. Es el que estimula a las empresas a venderle el remedio para su enfermedad. Por otra parte, los productores hacen a los científicos trabajar más y más con sus ratas, pero sólo con el fin de absorber el presupuesto, no para mejorar la salud del consumidor. Y pronto no habrá a quién explicarle que para calmar el apetito no está encargado el intestino irritable o el propio estómago, sino el cerebro. De igual manera, hoy en día son pocas personas las que van a escuchar y entender esto.

Si el intestino agita el cerebro, entonces esta agitación puede ser eliminado con el fin de ayudar al trastorno de la alimentación. Pero bueno además hay un factor más: el placer. El uso de sustancias químicas que dan una sensación de gozo – es lo que nos espera a cambio de la ingestión de comida, que lleva a la irritación del intestino.

En realidad, las neuronas del cerebro no pueden existir de esta manera y un malestar se sustituye por otro. Y, debido a que la ciencia no puede aceptar que la diarrea relacionada con la alimentación es una enfermedad del cerebro, lo único que queda es meterle toda la responsabilidad al intestino y anunciarlo como un nuevo trastorno. Y en realidad, vale la pena examinar a los científicos mismos a ver si ellos no tienen el intestino irritable, antes de escuchar sus consejos acerca del tema. Ya es hora de mirar y analizar a la persona que te aconseja y recién después escuchar sus recomendaciones. Y en este caso no se trata de los yoguis muertos de hambre o los científicos obesos, sino que se trata de principios.

En realidad, ya todo el mundo se convirtió en un resultado de sus hábitos y éstos a su vez, son el resultado del cerebro irritado y si la causa de su agitación fue el intestino, pues entonces todo está claro. Se trata de una absorción incontrolada de algo. Y la cuestión no consiste en qué es lo que comemos, sino que en el impulso que nos incita a la comida. Es decir, la incitación a consumir conservantes y aditivos formó unos nuevos hábitos de comportamiento.

Y en cuanto al 50-70% de la gente que sufre intestino irritado, ellos son los enemigos no solo de sí mismos, sino de toda la nación, la cultura. Son incapaces de interesarse por su alimentación, dado que todo lo que es contra sus hábitos, les irrita aún más que su intestino. Esta información no resulta útil para este tipo de personas, no les sirve absolutamente para nada. Esto forma un gran problema para aquellas pocas personas que se alimentan normalmente, porque se les impone la idea de la “información útil” que se difunde muy fácilmente, de lo contrario no se hubiera vendido tanta basura en los mercados.

El hecho de que la gente no está correctamente informada qué es beneficioso y qué es perjudicial no es el mayor problema. El problema consiste en la cultura y los conocimientos de cómo alimentarse estando atento y enfocado y el intestino irritable es justo el que nos distrae de la comprensión de estas cualidades.

© Oleg Cherne