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Los cambios genéticos

DNASin las transformaciones genéticas, la humanidad no podría adaptarse a las nuevas condiciones. Esto quiere decir que estos cambios son inherentes al mismo ADN y la posibilidad de transmutarlo también son inherentes a él mismo.

El ganador del Premio Nobel Tomas Lindahl corroboró en general esta teoría desde la posición de las mutaciones posibles. Yo añadiría – desde la posición de la limitación posible de las mutaciones, pero en este caso falta la comprensión de las posibilidades como tales. Y éstas consisten en la capacidad de indicar una dirección de las moléculas del ADN. La cuestión no radica en la limitación del número de las mutaciones, de lo que se encarga el ADN, sino más bien de la orientación.

Esta orientación puede ser indicada al organizar la dirección de las neuronas en nuestro cerebro, retirando el vector de su movimiento de la dependencia a la estructura del ADN. Es decir, dentro la persona no cambia la cantidad, sino el curso de las neuronas, como estar reformando el tiempo de tránsito de la molécula, ofreciéndole una solución más correcta y rápida. Es que, el movimiento de las moléculas en nuestro cerebro está indicado por el ADN y lo único que podemos cambiar es esto. Por lo tanto, después podremos dirigirlo. Por eso hay que quitar la programación del movimiento de las neuronas primero en el nivel del cerebro y recién después observar qué puede hacer éste con las moléculas del ADN.

El ARN puede continuar cumpliendo con sus procesos físicos y genéticos, sintetizando la proteína. Pero el ADN es algo más. Es un aparato transitorio inestable, dado que no está relacionado con nuestras condiciones físicas en absoluto, aunque las representa. Justo por esta razón el ADN nos construye, pero no nos cambia, puesto que implica una digamos, “superestructura”. Y el ser humano la tiene en forma de cerebro, pero no la utiliza.

A pesar que los científicos se acercaron al conocimiento de este tema cuando se dedicaron a estudiar a los videntes, como una cualidad del ADN de esta gente, pero a mi parecer, consideraron más las distintas partes del cerebro que la dirección de las neuronas y su causa. Y si el científico dentro de sí mismo es incapaz de experimentar el proceso de ver, entonces ¿cómo puede esperar resultados cuando lo considera todo desde la posición opuesta? Es necesario conocer el sistema operativo de las posibilidades y no casos particulares que se perciben por la mayoría de la gente como una desviación o una exclusividad. E incluso el tema de los genios o los superpoderes, serían un aspecto mucho más interesante si sólo consideraran correctamente el mundo del “proceso de conocer”, donde también podemos aplicar la misma filosofía.

Nuestro cuerpo sigue reparándonos en todo tipo de condiciones, lo que también es inherente a las funciones del ADN. Tenemos que comprender las funciones inherentes al desarrollo, si existen (puede que no existan) y por qué no las vemos.

El ADN posee una función de la subordinación y de lo subordinado. Y la gente “alaba” el mecanismo subordinado, aunque éste en realidad no cambia su ADN y en consecuencia no cambia nada. No obstante, hay que comprender que la transformación del ADN puede realizarse solo en el nivel del contenido. Pero, ¿quién entonces, va a cumplir con esta tarea? El cerebro. Así que, es necesario dejar en claro que reparar el código genético y cambiarlo, son dos cosas diferentes. Por eso de hecho, Tomas Lindahl separó la citosina, llevando la cadena de nucleótidos de ADN a reacciones simplificadas. Y se echó a salvar el ADN, aunque tuvo presente la dependencia de su daño en el equilibrio ácido-base y la hidrólisis, o sea, el entorno donde el ADN se copia. En 1996 Tomas logró reproducir el proceso de “reparación” de las moléculas en condiciones de laboratorio, es decir, de crear un ambiente diferente y a esto hay que prestar atención.

El carácter inestable del ADN y su habilidad de perder la base esperando el siguiente mecanismo de reparación de esto s daños es un hecho que la gente en los tiempos antiguos conocía. A pesar que no sabían nada de ADN, sentían físicamente la tensión que éste formaba en su cuerpo. Es decir, la sintonía del cerebro fue sustituida por muchos conceptos que hoy en día declaramos, pero que no sabemos usar en absoluto. Como dijo el mismo Tomas Lindahl: “el estudio de la reparación del ADN parece a un zapato roto”. Pero no se da cuenta de que él es uno de los que lo rompen.

© Oleg Cherne